TESOROS DE LA BIBLIA, 4-10-Agosto-2025, Sabios consejos para mejorar nuestra forma de hablar, Discurso Preparado.
Sabios consejos para mejorar nuestra forma de hablar (10 mins.)
Hablar bien es cuidar a las personas con lo que decimos. Cada día, nuestro tono, nuestro ritmo y nuestras palabras dejan huellas que alivian o lastiman.
Elijamos el mejor momento para hablar.
la Biblia nos invita a pensar antes de abrir la boca y a discernir cuándo y cómo hablar.
VAMOS A LEER PROVERBIOS 25:11
«Como manzanas de oro en adornos de plata, así es la palabra dicha en el momento oportuno.»
La imagen es contundente: la palabra correcta en el tiempo correcto produce belleza y sentido. A veces tenemos una verdad valiosa, pero la servimos en un mal momento. Entonces, no nutre, sino que se desperdicia.
Proverbios 15:23 confirma que «la respuesta a su tiempo hace bien al corazón».
Proverbios 25:15 enseña: «Con paciencia se convence a un comandante, y una lengua amable puede quebrar un hueso.»
Hablemos con amabilidad.
La amabilidad no es debilidad, es fuerza bajo control.
Jesús habló con gracia. La gente en Nazaret se maravillaba de las palabras llenas de gracia que salían de su boca. Siempre decía la verdad, pero con respeto, mirando a los ojos, reconociendo el esfuerzo de quienes lo escuchaban. Cuando lo provocaron, no respondió con insultos. Eligió la firmeza sin agresión.
La meta de nuestra voz no es ganar una discusión, sino servir y edificar. La Biblia lo expresa con una metáfora que todos entendemos:
VAMOS A LEER PROVERBIOS 25:25
«Como agua fresca para un alma cansada, así es una buena noticia de una tierra lejana.»
Todos hemos sentido el alivio del agua fría después de un tramo difícil. Así deberían sentirse nuestras palabras en quienes nos oyen: alivio, aire, esperanza.
Jesús hacía del ministerio su alimento, y ese entusiasmo contagiaba a servir a Dios. Contemos experiencias que exalten a Jehová, no a nosotros, y cuidemos el tono para que inspire, no compare. Si al hablar la otra persona termina más ligera y más animada que antes, dimos agua fresca.
Usemos palabras que animen a los demás.
En la familia, antes de aconsejar, preguntemos: ¿quieres que te escuche o que te dé una idea?
En la congregación, demos consejo breve, claro y con espíritu de mansedumbre, y ofrezcamos acompañamiento real: orar, revisar metas pequeñas, estar disponibles.
En el trabajo o la escuela, practiquemos el desacuerdo respetuoso: describir el hecho, explicar el impacto y proponer una alternativa.
Valorar en público y corregir en privado protege la dignidad. Y, frente al chisme, apliquemos la regla de oro: ¿lo diría igual si esa persona estuviera aquí?
Si queremos cambiar de verdad nuestra forma de hablar, ayudemos a nuestra mente con un plan breve y concreto:
1. Durante una semana, observemos más de lo que hablamos y tomemos nota de nuestros detonantes.
2. Practiquemos la pausa antes de responder.
3. Reemplacemos acusaciones por descripciones.
4. Entreguemos tres agradecimientos específicos.
5. Oremos por dos conversaciones difíciles.
6. Digamos una verdad necesaria con suavidad y apertura a dialogar.
7. Terminemos regalando agua fresca a alguien cansado con una buena noticia, un texto bíblico y nuestra presencia.
No se trata de técnicas frías, sino de hábitos de amor que, repetidos, cambian la atmósfera de nuestras relaciones. Cuando nuestras palabras se alinean con estos tres ejes —tiempo oportuno, amabilidad firme y ánimo sincero—, se vuelven herramientas de cuidado.
Elegimos el momento para que la verdad sea recibida. Modulamos el tono para que el corazón permanezca abierto y buscamos refrescar el alma del otro.
Si pedimos a Jehová discernimiento, entrenamos la pausa y priorizamos el bien del prójimo, nuestra voz consolará, orientará y edificará. Y, aun cuando debamos decir cosas difíciles, lo haremos de una manera que preserve la paz y favorezca el crecimiento.
La imagen de nuestra guía de actividades muestra la escena de la sinagoga, donde se reúnen familias atentas al orador que lee el rollo. La luz que desciende desde lo alto sugiere claridad y esperanza.
Es un cuadro de Proverbios 25 en acción: un mensaje pronunciado en el momento oportuno, con respeto y con la intención de refrescar a todos los presentes.
Conclusión
Que nuestras conversaciones busquen ese mismo objetivo: verdad en buen tiempo, amabilidad que convence y palabras que dan descanso.
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