TEXTO DIARIO, De hoy Martes 3 de octubre 2023, “No vayan más allá de las cosas que están escritas”. Así no se llenarán de orgullo (1 Cor. 4:6).
Examinemos las Escrituras todos los días 2023
Martes 3 de octubre
“No vayan más allá de las cosas que están escritas”. Así no se llenarán de orgullo (1 Cor. 4:6).
El orgullo llevó a Uzías, un rey de Judá, a rechazar la corrección y hacer algo para lo que no tenía permiso. Era un hombre muy capaz. De hecho, realizó con éxito campañas militares, obras de construcción y programas de desarrollo agrícola. “El Dios verdadero hizo que le fuera bien” (2 Crón. 26:3-7, 10). Pero la Biblia dice que, “tan pronto como se hizo fuerte, su corazón se hizo arrogante y se buscó su propia ruina”. Jehová había dicho que solo los sacerdotes tenían permiso para ofrecer incienso en el templo. Pero eso mismo fue lo que intentó hacer el orgulloso rey Uzías. Entonces Jehová lo castigó con lepra (2 Crón. 26:16-21). ¿Podríamos nosotros también caer en la trampa del orgullo y cometer un pecado, igual que Uzías? Sí, si nos creyéramos demasiado importantes. Siempre recordemos que todos nuestros talentos y las responsabilidades que tengamos en la congregación vienen de Dios (1 Cor. 4:7). Si somos orgullosos, Jehová no nos usará. w21.06 16 párrs. 7, 8.
¿Qué hicieron tanto Satanás como Eva por culpa de la codicia?
Cuando hablamos de la codicia, puede que pensemos en Satanás. Mientras era uno de los ángeles de Jehová, seguro que disfrutó de muchos privilegios muy buenos. Pero él quería más. Codiciaba recibir la adoración que solo Jehová merece. Satanás quiere que nos volvamos como él, y por eso procura que no estemos contentos con lo que tenemos. La primera vez que intentó hacer esto fue con Eva. Con amor, Jehová les había permitido a ella y a su esposo comer de todos los árboles del jardín excepto uno hasta quedar satisfechos (Gén. 2:16). Pero Satanás engañó a Eva y le hizo creer que necesitaba comer del árbol prohibido. Ella no agradeció lo que tenía; quería más. Y sabemos cómo terminó todo: pecó y con el tiempo murió (Gén. 3:6, 19).
¿Cómo cayó el rey David en la trampa de la codicia?
Veamos el caso del rey David. Jehová le había dado muchísimas cosas, como riquezas, prestigio y la victoria sobre muchos de sus enemigos. David estaba muy agradecido por ello y dijo que todo lo que Dios le había dado era más de lo que podía contar (Sal. 40:5). Pero, en cierto momento, se volvió codicioso y se olvidó de lo que Jehová le había dado. Quería más. Aunque tenía varias esposas, empezó a desear a la esposa de otro hombre, algo que Jehová condenaba. La mujer se llamaba Bat-Seba y el esposo era un hitita llamado Urías. David fue egoísta, cometió adulterio con Bat-Seba y la dejó embarazada. Por si todo eso no fuera suficiente, se las arregló para que mataran a Urías (2 Sam. 11:2-15). ¿En qué estaba pensando? ¿Creyó que Jehová no lo estaba viendo? Después de tanto tiempo siendo fiel a Jehová, acabó cediendo al egoísmo y la codicia, y lo pagó muy caro. Afortunadamente, con el tiempo David confesó su pecado y se arrepintió. ¡Y qué agradecido estaba de que Jehová lo hubiera perdonado! (2 Sam. 12:7-13).
Según Efesios 5:3, 4, ¿cuál es el antídoto contra la codicia?
¿Qué aprendemos de lo que le pasó a David? Que el antídoto contra la codicia es estar siempre agradecidos por todo lo que Jehová nos ha dado (lea Efesios 5:3, 4). Debemos estar contentos con lo que tenemos. A nuestros estudiantes de la Biblia les enseñamos a pensar en algo bonito de su vida y luego darle las gracias a Jehová por eso. Si hacen esto por una semana, al final habrán hablado sobre siete cosas distintas en sus oraciones (1 Tes. 5:18). ¿Hacemos nosotros algo parecido? Si meditamos en todo lo que Jehová ha hecho por nosotros, seremos más agradecidos y estaremos contentos con lo que tenemos. Entonces no caeremos en la trampa de la codicia.
¿Qué hizo Judas Iscariote por culpa de la codicia?
Hablemos ahora de Judas Iscariote. Sabemos que él se convirtió en un traidor despreciable, pero no siempre fue una mala persona (Luc. 6:13, 16). A fin de cuentas, Jesús lo eligió para que fuera uno de sus apóstoles. Sin duda, confiaba en él, porque lo puso a cargo de la caja en la que guardaban el dinero que usaban para los gastos de la predicación. Podría decirse que era como las donaciones para la obra mundial de hoy día. Jesús les había advertido muchas veces que tuvieran cuidado con la codicia (Mar. 7:22, 23; Luc. 11:39; 12:15). Pero Judas no hizo caso y, después de un tiempo, empezó a robar.
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