BUSQUEMOS PERLAS ESCONDIDAS: 29-Septiembre-5-Octubre-2025, ECLESIASTÉS 3, 4, Respuestas.

Busquemos perlas escondidas (10 mins.)
Ec 3:8. ¿Cuándo no es “tiempo para amar”? (it “Amor” párr. 39).
El “tiempo para amar” se retiene de aquellos a quienes Jehová señala como indignos de ser amados o de los que están resueltos a seguir en un proceder de maldad. Tampoco se debe mostrar amor a los que odian intensamente al Dios verdadero, pues la Biblia indica que no se conseguiría nada al hacerlo, ya que quienes odian a Dios no responderán a su amor. Dios, que ama la justicia y odia el desafuero, tiene un tiempo para tomar acción contra ellos.
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El Salmo 45:7 y Hebreos 1:9 señalan que Dios y Cristo aman la justicia y odian el desafuero. Esto nos recuerda que el amor no es ciego, sino que está ligado a un sentido claro de lo que está bien y lo que está mal. Por ello, el amor genuino se extiende a todas las personas que no demuestren odiar a Dios, pero se retiene cuando alguien persiste en la maldad, lo que al final es una muestra de la justicia de Dios.
Eclesiastés 3:1, 8 nos recuerda que hay un tiempo para tomar acción y un tiempo para odiar. Desde esta perspectiva, Jehová, quien es el Juez Supremo, usa su poder y su derecho legal para tomar acción contra aquellos que odian su justicia y también contra quienes odian a su pueblo. Así demuestra que es un Dios justo.
No es tiempo de amar cuando alguien demuestra con sus palabras y acciones que odia a Jehová y no tiene interés en cambiar. Si yo le mostrara cariño o apoyo, sería como aprobar su mala conducta. Más bien, aprendo que debo usar mi amor para apoyar lo que Jehová aprueba.
Este texto me ayuda a ser cuidadoso con mis amistades. Puede que alguien me caiga bien o tenga cosas en común conmigo, pero si demuestra que no respeta a Jehová ni sus normas, no es tiempo de darle mi confianza ni mi afecto. De lo contrario, podría terminar influenciándome y alejándome de lo más importante: mi amistad con Jehová.
Entendemos que no es “tiempo para amar” a quienes persiguen o se oponen con fuerza al pueblo de Jehová. Más bien, es el momento de dirigir mi amor a quienes sí quieren hacer lo correcto, como mis hermanos en la congregación o las personas que muestran interés en conocer la verdad. De esa manera, estoy usando mi amor de la forma que Jehová desea.
No es “tiempo para amar” a quienes la Biblia señala como indignos del amor. Jehová y Jesús aman la justicia, pero odian el desafuero y la maldad. El amor debe retenerse de aquellos que, de forma resuelta, odian intensamente al Dios verdadero.
Debemos dejar de “amar” a aquellos que no responden al amor de Dios porque están decididos a seguir un proceder de maldad. Jehová mismo los considera indignos y tiene un tiempo determinado para tomar acción contra ellos, lo que la Biblia llama el “tiempo de odiar” o tiempo de ejecutar juicio.
El tiempo de amar nunca debe entenderse como algo ilimitado o sin discernimiento. Jehová mismo, que es la personificación del amor, establece que hay quienes, por su proceder rebelde y su odio hacia él, se hacen indignos de recibir amor. A esas personas, la Biblia indica que corresponde tratarlas con firmeza, sin darles un afecto que sería malgastado e incluso desleal.
En cambio, el “tiempo para amar” se manifiesta en la manera en que nos esforzamos por reflejar la misericordia y la paciencia de Dios hacia todos los que todavía muestran apertura para acercarse a él. Así demostramos un amor equilibrado: firme contra la maldad, pero tierno hacia quienes aún buscan la justicia.
Cuando se trata de personas que cumplen estas dos condiciones, primero, Jehová las señala como indignas de ser amadas porque odian intensamente al Dios verdadero; y segundo, están decididas a seguir un proceder de maldad. Este tipo de personas no responderían al amor, pues rechazan activamente a Dios.
La Biblia indica en Eclesiastés 3:8 que hay un tiempo apropiado para amar y otro para odiar. Esto no significa que el amor sea selectivo o que deba negarse de manera caprichosa, sino que existen circunstancias donde Dios no espera que lo manifestemos.
Según el libro Perspicacia, el amor debe retenerse únicamente de aquellos a quienes Jehová mismo considera indignos, es decir, quienes, con pleno conocimiento, deciden odiarlo y persistir en la maldad. Un ejemplo de ello son los que odian intensamente a Dios y a sus justas normas.
Seguir mostrándoles amor a las personas que no lo merecen no produciría ningún cambio en ellos, pues su corazón está endurecido. Por eso, al igual que Jehová y Jesucristo, debemos amar la justicia y odiar la maldad.
No es tiempo de amar a quienes se convierten en enemigos declarados de Dios y se resisten obstinadamente a su voluntad. Reconocer este principio nos ayuda a equilibrar el amor cristiano: se extiende a todos mientras haya posibilidad de que reaccionen, pero se retira de quienes han decidido odiar a Jehová y a su pueblo.
¿Qué perlas espirituales ha encontrado en la lectura bíblica de esta semana?
Eclesiastés 3:1. En este versículo, Salomón dice que para cada actividad bajo los cielos hay un tiempo determinado. Esto nos enseña que, si bien es cierto que cada persona no tiene un destino predeterminado, sí existe un tiempo apropiado o un momento justo para hacer las cosas a fin de obtener los mejores resultados.
Eclesiastés 3:1. Esta es una lección que conocen muy bien los agricultores, ya que saben lo que deben sembrar en cada temporada a fin de tener buenas cosechas. Así que, si aplicamos este principio bíblico, no haremos las cosas de manera precipitada, sino que meditaremos nuestras decisiones para tener el éxito asegurado.
Eclesiastés 3:1. Esto nos enseña que debemos confiar en Jehová, ya que él tiene el sentido perfecto del tiempo. Esto significa que no debemos angustiarnos ni sentir ansiedad por las profecías que aún faltan por cumplirse, porque en su debido momento se cumplirán hasta en el más mínimo detalle.
Eclesiastés 3:1-8. En estos versículos, el sabio rey Salomón habló de 28 actividades diferentes, señalando que cada una de ellas tiene un tiempo señalado. Así que, en vez de esforzarme por estar en conformidad con los relojes y calendarios humanos, debo meditar sobre cuál es el punto de vista de Jehová con respecto a cada una de estas actividades, a fin de actuar en armonía con su propósito.
Eclesiastés 3:2. En este versículo se dice que hay un tiempo para nacer y uno para morir. Sin embargo, esto no contradice el resto de las Escrituras. Aquí no se está diciendo que cada persona tiene una fecha y hora determinadas para nacer y morir; más bien, se refiere a los ciclos de la vida. Así que, en lugar de estar angustiados por el día de nuestra muerte, debemos concentrarnos en nuestra adoración a Jehová.
Eclesiastés 3:4. Este versículo dice que hay un tiempo para reír y uno para llorar. Si bien es cierto que Jehová quiere que seamos felices, esto no quiere decir que debamos andar de celebración en celebración. Tampoco debemos andar llorando por todas partes, pero sí vivir nuestra vida con la seriedad que ameritan los últimos días de este mundo.
Eclesiastés 3:7. Este versículo dice que hay un tiempo para hablar y un tiempo para callar. Si bien la capacidad de hablar es un regalo de Jehová, él quiere que la usemos apropiadamente. De esto aprendemos que debemos discernir en qué situaciones y momentos debemos hablar y en cuáles lo más sabio es callar.
Eclesiastés 3:7. Una manera de aplicar este principio es esperar para dar un consejo, a fin de buscar el momento y lugar oportunos para ello. Otra manera es hablar con un hermano que haya violado las leyes de Jehová para recordarle las normas bíblicas, y, siempre que sea necesario, hablar también con los ancianos para que esta persona reciba la disciplina que amerita.
Eclesiastés 3:11. Este versículo dice que Jehová ha puesto el deseo de eternidad en nuestros corazones. Esto nos ayuda a comprender nuestro deseo intenso de seguir viviendo a pesar de las muchas dificultades y nos enseña que Jehová nos creó para vivir eternamente, por lo que hará todo lo que tenga que hacer para cumplir su propósito.
Eclesiastés 4:4. Este versículo nos advierte sobre evitar las rivalidades. No debemos envidiar ni codiciar los éxitos, logros, talentos ni los bienes de otros. Más bien, nuestra satisfacción debe venir de trabajar con empeño, destreza y una motivación correcta.
Eclesiastés 4:9. Este versículo dice que mejor son dos que uno solo. Esta es una lección maravillosa para los matrimonios, pero también nos enseña que debemos encontrar satisfacción en el trabajo en equipo en lugar de querer solo satisfacer nuestras ambiciones personales, especialmente cuando necesitamos apoyo o estímulo para superar dificultades, debilidades o para realizar ciertas tareas que solos no podríamos.
Eclesiastés 4:6. Este versículo dice que es mejor un puñado de descanso que dos puñados de trabajo duro y perseguir el viento. Esto nos enseña que no debemos hacernos adictos al trabajo ni dedicarle tantas horas que al final quedemos sin energías y sin tiempo para disfrutar de los resultados de nuestra labor.
Eclesiastés 3:1. Este texto me enseña que no debo impacientarme si las cosas no salen como quiero. Jehová tiene el control del tiempo y sabe cuándo es el mejor momento para todo. En mi vida, esto me ayuda a ser paciente y a no compararme con otros, porque cada uno tiene su propio ritmo en la familia, en el trabajo o en la congregación.
Eclesiastés 3:6. A veces es necesario soltar cosas que ya no sirven, no solo materiales, sino también sentimientos como el rencor, el orgullo o la culpa. Eso me da libertad y paz. En cambio, sí debo guardar lo que realmente vale: mis amistades en la congregación, los consejos bíblicos y lo que aprendo en las reuniones.
Eclesiastés 3:12-13. Aunque el trabajo secular a veces canse, este texto me recuerda que Jehová quiere que disfrute lo que hago y que agradezca por el alimento y lo necesario que me da. También lo aplico al servicio a Jehová. En lugar de verlo como una obligación, trato de disfrutar cada salida a predicar y cada oportunidad de servir.
Eclesiastés 3:20. Esto me recuerda que la vida humana es frágil y temporal. No somos dueños del futuro. Esa realidad me ayuda a aprovechar mejor el tiempo en lo que de verdad importa: servir a Jehová, pasar tiempo con mi familia y cultivar buenas amistades en la congregación.
Eclesiastés 4:4. Hoy en día mucha gente se esfuerza solo para superar a otros o aparentar. Eso trae frustración y nunca da verdadera satisfacción. Este texto me enseña a no compararme con los demás y a enfocarme en trabajar con motivos puros, buscando agradar a Jehová y no impresionar a la gente.
Eclesiastés 4:6. Aquí aprendo que no todo es trabajar y acumular dinero o cosas materiales. Si vivo para eso, nunca tendré paz. En cambio, es mejor tener lo necesario y vivir tranquilo, dedicando tiempo a Jehová, a la familia y a descansar. Ese equilibrio me protege del estrés y de poner lo material por encima de lo espiritual.
Eclesiastés 4:9-10. Este texto me recuerda el valor de los amigos espirituales. En la congregación siempre hay alguien que puede animarme cuando me siento débil. Y yo también puedo ser ese apoyo para otros. Eso me motiva a cultivar buenas amistades espirituales y a ser leal con mis hermanos.
Eclesiastés 4:13. Esto me enseña la importancia de la humildad. No importa la edad, los títulos o la experiencia. Si dejo de escuchar consejos, me vuelvo terco y me hago daño. En cambio, si soy humilde y acepto corrección, Jehová puede bendecirme y ayudarme a mejorar.
Eclesiastés 3:1. Debemos priorizar sabiamente nuestras actividades diarias, asignando tiempo a cosas vitales como el servicio a Jehová y la familia. Eso es crucial. Entender esto nos ayuda a mantener el equilibrio en la vida.
Eclesiastés 3:4. Al enfrentar la pérdida de un ser querido, es natural y apropiado llorar, pero confiamos en la promesa de la resurrección. Recordar esa esperanza trae consuelo y, con el tiempo, alegría permanente.
Eclesiastés 3:7. Durante una proscripción debemos identificar cuándo es el tiempo de callar. Tenemos que proteger la información delicada, como los nombres de los hermanos, los lugares donde nos reunimos, cómo predicamos y cómo recibimos el alimento espiritual. No debemos revelar estos datos a las autoridades. Si lo hiciéramos, pondríamos en peligro a nuestros hermanos.
Eclesiastés 3:12. El gozo verdadero proviene de hacer el bien, es decir, de servir a Jehová. El servicio de tiempo completo, por ejemplo, nos permite disfrutar de la vida al máximo y, a la vez, ayudar a otros.
Eclesiastés 4:4. Podemos sentirnos muy satisfechos si trabajamos con empeño y destreza. Ahora bien, si lo hacemos tan solo por sobresalir, alentaremos la rivalidad, las malas intenciones y los celos de otras personas. Todos los esfuerzos que hagamos en el ministerio cristiano deben tener una buena motivación.
Eclesiastés 4:12. Cuando la expresión “cuerda triple” se usa para referirse metafóricamente al matrimonio, se da a entender que el esposo, la esposa y Jehová son tres hebras entrelazadas en una sola cuerda, y que Jehová es la hebra principal. Estar cerca de Dios le da a la pareja la fortaleza espiritual necesaria para vencer las dificultades y ser felices.
Eclesiastés 4:15-16. “El niño que es segundo”, o sea, el sucesor del rey, tal vez cuente al principio con el respaldo de todos aquellos que están delante de él; pero, al final, “tampoco se regocijará por él la gente”, es decir, le retirarán su favor. ¿Qué significa eso? Sin duda, que la popularidad suele ser efímera.
Eclesiastés 3:10. El texto muestra que Dios, en su sabiduría, no permite que el ser humano viva en total ocio. Las responsabilidades son una forma de darle ritmo y orden a la vida, evitando el vacío y la desesperanza.
Eclesiastés 3:11. Esto significa que el ser humano tiene un deseo natural de vivir para siempre, de trascender más allá de esta vida breve. Ese anhelo es una muestra de que fuimos creados para algo más grande que solo vivir y morir. Jehová nos diseñó con esperanza y con la capacidad de soñar con un futuro eterno.
Eclesiastés 3:12. Este versículo nos enseña que la alegría no depende solo de las circunstancias externas. Aunque haya problemas o limitaciones, la persona que confía en Dios puede elegir vivir con gozo porque sabe que su vida tiene un propósito divino.
Eclesiastés 3:13. Este versículo nos enseña que, cuando enfrentamos pruebas o vemos cambios en este mundo, recordemos que la palabra y los propósitos de Jehová permanecen inalterables. Esto nos motiva a obedecerle, a temerle en el buen sentido y a vivir con fe en lo que Él ha prometido.
Eclesiastés 3:17. Este versículo nos recuerda que los seres humanos no tienen la última palabra sobre lo que es justo o injusto. Aunque a veces parezca que los malvados prosperan y los justos sufren, Jehová ve todo y juzgará con perfecta justicia en el momento adecuado.
Eclesiastés 3:19. El texto nos recuerda que, en cuanto a la condición física, el ser humano no es superior a los animales. Ambos respiran el mismo aire, dependen de la misma creación y tarde o temprano mueren. Esto nos enseña humildad. No somos autosuficientes ni inmortales, sino criaturas limitadas.
Eclesiastés 4:3. Nos enseña que, cuando se ve la existencia solo desde una perspectiva humana, lo que predomina es el cansancio y la desilusión. Esto nos recuerda que la verdadera esperanza y el propósito solo provienen de Jehová. A pesar de la injusticia y el sufrimiento que hay a nuestro alrededor, no debemos dejarnos arrastrar por la desesperanza; más bien, recordemos que Jehová está al tanto de todo y que su propósito eterno traerá alivio duradero. Mientras tanto, podemos hallar consuelo en su palabra, en la oración y en la hermandad cristiana.
Eclesiastés 4:8. El texto describe a un hombre que vive solo, sin hijos ni hermanos, y que dedica su vida entera al trabajo sin descanso. Esto nos enseña que enfocarse únicamente en acumular riquezas sin vínculos afectivos o un propósito compartido conduce a una existencia vacía. La soledad, cuando está ligada al egoísmo, vuelve el esfuerzo inútil.
Eclesiastés 4:9. El versículo dice: “Mejor son dos que uno solo, porque tienen un mayor beneficio por su duro trabajo”. En el matrimonio, esta verdad se cumple de manera especial. Cuando esposo y esposa trabajan unidos, no solo suman fuerzas físicas o materiales, sino que también se fortalecen emocional y espiritualmente.
Eclesiastés 4:9. Jehová espera que el matrimonio sea un equipo, que ambos se apoyen, compartan responsabilidades, oren juntos y se animen en los momentos difíciles. Sí, las cargas se hacen más ligeras, las decisiones son más sabias y las bendiciones más abundantes.
Eclesiastés 4:13. Muchas personas creen que serán felices cuando tengan más dinero, reconocimiento o posesiones. Sin embargo, este versículo enseña que el disfrute verdadero proviene de valorar lo que ya tenemos como un regalo de Jehová. La clave no es tener más, sino reconocer con humildad que incluso lo sencillo —un alimento, una bebida, un descanso después de trabajar— puede traer plenitud si se recibe con gratitud.
Eclesiastés 3:2. Este texto nos enseña que la vida está compuesta de comienzos y finales. En lugar de resistirnos o aferrarnos a una etapa, aprendemos a fluir con ellas y confiamos en que cada “tiempo” tiene un propósito en el plan de Dios para nosotros.
Eclesiastés 3:4. Nos enseña que no debemos reprimir nuestro dolor ni sentirnos culpables por estar felices. Jehová nos dio emociones para experimentarlas. Llorar no es signo de debilidad, sino de humanidad; de la misma manera, celebrar y reír es un acto de gratitud.
Eclesiastés 3:3. Este texto nos enseña que hay momentos para corregir, confrontar o dejar atrás estructuras dañinas (derribar), y momentos para animar, construir relaciones y proyectos (edificar). Pedimos a Jehová sabiduría para saber cuál es el tiempo correcto.
Eclesiastés 3:7. Este texto nos enseña que la sabiduría no consiste solo en decir lo correcto, sino también en saber cuándo guardar silencio. Es importante escuchar más. A veces, nuestra presencia puede ser un consuelo mayor que muchas palabras; otras veces, una palabra de aliento oportuna puede cambiarle el día a alguien.
Eclesiastés 3:6. Nos enseña que hay un tiempo para soltar. Dejar ir no es rendirse, sino hacer espacio para lo nuevo que Jehová quiere darnos. A la vez, hay un tiempo para aferrarse con fuerza a lo que es bueno y verdadero.
Eclesiastés 3:11. Aprendemos que, cuando estemos impacientes por ver un resultado, debemos recordar esta promesa. Lo que ahora parece un caos, una espera o un fracaso, Dios lo está transformando en algo “hermoso” en el momento perfecto. Nuestra historia no está terminada; confiamos en el “debido tiempo” de Jehová.
Eclesiastés 3:12. Este texto nos enseña que nuestro propósito no es vivir una vida de grandiosidad abrumadora, sino una vida de alegría sencilla y buenas acciones. Cada día podemos buscar una manera concreta de hacer el bien: una llamada, un gesto de ayuda, una palabra amable. En eso se encuentra el verdadero sentido de la vida.
Eclesiastés 3:13. Nos enseña que es bueno disfrutar de los frutos de nuestro trabajo. Una buena comida, un momento de descanso o la compañía de seres queridos no son distracciones, sino regalos de Dios. Recibirlos con gratitud es reconocer las muestras de su bondad hacia nosotros.
Eclesiastés 3:17. Aprendemos que, cuando veamos injusticias y maldad sin aparente castigo, no debemos desesperarnos. Hay un “tiempo” designado por Dios para la justicia. Nuestro trabajo no es juzgar ni vengarnos, sino vivir con integridad y confiar en que Él, en su debido tiempo, hará justicia.
Eclesiastés 3:22. Aprendemos que, sea cual sea nuestra asignación o trabajo, debemos hallar satisfacción en el esfuerzo mismo, en hacerlo bien y para la gloria de Jehová. La recompensa no es solo el resultado, sino también la dignidad y el gozo de crear y servir.
Eclesiastés 3:11. Este versículo resalta que todo lo que hace Jehová es perfecto y armonioso, y que nos dio un deseo natural de vivir para siempre. Aunque disfrutamos de lo que vemos ahora, sentimos que la vida actual es insuficiente, porque fuimos creados para mucho más que unos pocos años en la Tierra.
Eclesiastés 3:11. Algo impresionante de este versículo es que Jehová puso en nuestro corazón el deseo de la eternidad. Eso explica por qué a nadie le gusta morir: porque no fuimos creados para eso. Cuando vemos que Jehová hace todo hermoso a su debido tiempo, eso nos da confianza en que, en el nuevo mundo, ese deseo de vivir para siempre sí se va a cumplir.
Eclesiastés 3: 22. Aquí Salomón señala que, aunque el trabajo puede ser cansado y repetitivo, disfrutar de él y encontrar satisfacción es un regalo de Dios. Esto evita que la vida parezca vacía o rutinaria.
Eclesiastés 3: 22. Este versículo nos recuerda que, aunque el trabajo a veces es pesado, Jehová quiere que disfrutemos lo que hacemos y estemos agradecidos. Cuando uno se siente satisfecho con lo que logra, por pequeño que sea, eso también es un regalo de Dios y nos ayuda a mantener una actitud positiva.
Eclesiastés 4:9. El texto enseña el valor de la cooperación y la amistad. La vida se vuelve más llevadera cuando contamos con alguien que nos apoye, tanto en sentido físico como espiritual.
Eclesiastés 4:9. Este versículo me hace pensar en la congregación. A veces uno cree que puede arreglárselas solo, pero Jehová nos diseñó para apoyarnos unos a otros. Cuando participamos juntos en la predicación o cuando un hermano nos anima con una palabra, sentimos lo cierto que es esto: dos siempre son mejor que uno.
Eclesiastés 4:12. La comparación muestra que la unión y la solidaridad multiplican la fuerza. Si dos personas son fuertes juntas, mucho más cuando se añade un tercer apoyo firme. Cuando Jehová es ese tercer cordón, la unión se vuelve mucho más fuerte, tanto en el matrimonio como en la congregación.
Eclesiastés 4:12. Este texto nos muestra una bonita lección para el matrimonio o para la familia: cuando Jehová es ese tercer cordón, la unión se vuelve mucho más fuerte. En la congregación pasa igual: cuando nos apoyamos unos a otros y ponemos a Jehová en medio de nuestras relaciones, nada ni nadie nos puede romper fácilmente.
Eclesiastés 3:1, 2. Esto nos enseña que hay un tiempo señalado para todo asunto bajo los cielos y que la vida está llena de momentos buenos y malos. Salomón indica que los eventos de la vida suceden de manera continua y que no podemos controlarlo todo.
Eclesiastés 3:1, 2. Esto nos lleva a reflexionar sobre la importancia de no dejarnos llevar por las ocupaciones diarias y recordar nuestra relación con el Creador. La Biblia nos enseña a buscar sentido y propósito en la vida y a encontrar consuelo en la promesa de un futuro seguro y brillante bajo el Reino de Dios.
Eclesiastés 3:4. Esto nos enseña a no perder la perspectiva en la vida, a ser conscientes de lo que está pasando en el mundo y a buscar la verdadera felicidad en nuestra relación con Jehová. Nos muestra que, aunque las cosas estén difíciles, podemos encontrar alegría y propósito en nuestra fe y en la esperanza de un futuro mejor.
Eclesiastés 3:4. Nos recuerda que la felicidad no se encuentra solo en las cosas materiales o en la diversión superficial, sino en vivir de acuerdo con los principios de Jehová y en tener una relación profunda con él. En resumen, nos enseña a enfocarnos en lo que realmente importa y a no dejarnos llevar por las cosas que no tienen valor eterno.
Eclesiastés 3:5. Este versículo nos enseña que hay momentos en la vida en los que debemos actuar con determinación y otros en los que debemos ser más prudentes y pacientes. Nos muestra que debemos discernir cuándo compartir la verdad bíblica y cuándo ser más reservados, dependiendo de las circunstancias y de la guía de Jehová. Nos recuerda que debemos ser sensibles a su dirección y actuar de acuerdo con su voluntad en cada situación.
Eclesiastés 3:6. Esto me enseña que hay momentos para buscar con empeño y oración, y otros momentos para soltar y confiar en la dirección de Jehová. Es importante saber cuándo luchar por algo y cuándo dejarlo en manos de Dios, confiando en que él tiene un tiempo señalado para cada cosa. Al confiar en Jehová podemos encontrar paz y seguridad en su voluntad.
Eclesiastés 3:7. Este versículo nos enseña que hay momentos apropiados para diferentes acciones y actitudes en la vida. En particular, nos muestra la importancia de saber cuándo hablar y cuándo callar. Nos recuerda que debemos ser sabios y discernir cuándo es el momento adecuado para compartir nuestras palabras y pensamientos y cuándo es mejor guardar silencio. Esto nos ayuda a comunicarnos de manera efectiva y respetuosa con los demás y a evitar causar daño o conflictos innecesarios.
Eclesiastés 3:8. Esto nos enseña que debemos mostrar amor y compasión hacia las personas, pero también sentir rechazo hacia el pecado y la maldad. Jehová ama a la humanidad, pero odia el pecado y la injusticia. Como testigos de Jehová, debemos imitarlo: mostrar amor y compasión hacia los demás, mientras nos mantenemos firmes contra el pecado y la maldad.
Eclesiastés 3:11. Esto nos enseña que Jehová ha puesto la eternidad en el corazón de los seres humanos, lo que se refleja en nuestro deseo intenso de seguir viviendo y en nuestra oposición natural a la muerte. Esto sugiere que el propósito original de Jehová para la humanidad es la vida eterna. Podemos confiar en que su propósito no ha cambiado, y eso nos da esperanza y motivación para seguir el camino que él ha trazado para nosotros.
Eclesiastés 3:12. Este versículo nos enseña que podemos encontrar felicidad y propósito cuando nos alegramos y hacemos el bien. Lo logramos cuando servimos a Jehová y hacemos su voluntad, disfrutando de las bendiciones que él nos proporciona. Podemos vivir de manera que disfrutemos la vida mientras esperamos el cumplimiento de sus promesas.
Eclesiastés 3:13. Este versículo nos enseña que disfrutar de los frutos de nuestro trabajo es un regalo de Dios. Las bendiciones que recibimos provienen de su mano y debemos apreciarlas y disfrutarlas con gratitud.
Eclesiastés 3:14. Esto nos muestra que todo lo que Jehová hace es sólido y duradero, y nadie puede cambiarlo. Nos da confianza saber que Jehová tiene todo bajo control y que su voluntad se cumplirá tal como él lo ha decidido. Es un gran consuelo confiar en su soberanía y sentirnos seguros en medio de las incertidumbres de la vida, sabiendo que Jehová está al mando y que su propósito para nosotros es firme y estable.
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