TEXTO DIARIO, De hoy Jueves 4 de marzo del 2021.
Examinemos las Escrituras todos los días 2021
Jueves 4 de marzo del 2021
Como un hombre a quien su propia madre sigue consolando, así yo mismo seguiré consolándolos a ustedes (Is. 66:13).
Cuando el profeta Elías tuvo que salir huyendo porque su vida corría peligro, se desanimó tanto que deseó morir. Entonces, Jehová envió a un ángel poderoso para que lo animara. Este le dio al profeta comida caliente y le dijo que comiera (1 Rey. 19:5-8). Este relato nos enseña una importante lección: en ocasiones, un sencillo gesto bondadoso puede ayudar mucho a un hermano que sufre. Darle una comida, un pequeño regalo o una nota sincera le asegurará que lo queremos y nos interesamos por él. Podemos hacer este tipo de cosas si nos sentimos incómodos hablando de asuntos muy personales o dolorosos. Jehová le dio fuerzas a Elías de manera milagrosa para que recorriera el largo camino que había hasta el monte Horeb, lejos del alcance de los que deseaban matarlo. ¿Qué otra lección aprendemos? Que, si deseamos ayudar a las víctimas de los abusos, primero debemos hacer que se sientan seguras, sea en su casa o en el Salón del Reino. w19.05 16 párr. 11; 17 párrs. 13, 14.
QUÉ PODEMOS HACER PARA DAR CONSUELO
¿Qué otra lección aprendemos del relato de Elías?
Hagamos que las víctimas se sientan seguras y cómodas. Volvamos al relato de Elías. Jehová le dio fuerzas de manera milagrosa para que recorriera el largo camino que había hasta el monte Horeb, donde siglos antes había hecho un pacto con su pueblo. En aquel remoto lugar, Elías posiblemente se sintió a salvo, por fin lejos del alcance de los que deseaban matarlo. ¿Qué otra lección aprendemos? Que, si deseamos ayudar a las víctimas de los abusos, primero debemos hacer que se sientan seguras. Por ejemplo, los ancianos deben tener en cuenta que las personas reaccionan de manera distinta. Una hermana quizás se sienta más cómoda y segura tomando una taza de té o cualquier otra cosa en un ambiente relajado en su casa, mientras que otra tal vez prefiera hablar en una sala del Salón del Reino.
Sepamos escuchar. La Biblia nos da este claro consejo: “Todo hombre tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar” (Sant. 1:19). ¿Sabemos escuchar? Podríamos pensar que para escuchar solo hay que estar quietos, mirar a quien nos habla y no decir nada. Pero saber escuchar implica más. Veamos lo que hizo Jehová con Elías. Cuando este por fin se desahogó y le contó todo lo que lo angustiaba, Dios lo escuchó con atención. Se dio cuenta de que su profeta tenía miedo, se sentía solo y pensaba que todo lo que había hecho no servía de nada. Con cariño, Jehová atendió cada una de sus preocupaciones. Así demostró que había estado atento a sus palabras (1 Rey. 19:9-11, 15-18).
Mientras escuchamos a quien sufrió abusos, ¿cómo podemos demostrarle nuestro amor y compasión? A veces, una frase bien pensada puede hacerle ver lo que sentimos. Podríamos decirle: “Cuánto lamento lo que te ocurrió. Nadie debería hacerle eso a un niño”. Y, para asegurarnos de que comprendemos bien lo que nos está contando, quizás podríamos pedirle que nos ayude a entender mejor sus palabras o decirle: “Cuando contaste esto, entendí que…, ¿es así?”. Este tipo de comentarios le demostrará que lo estamos escuchando con atención y cariño, y que tratamos de comprenderlo (1 Cor. 13:4, 7).
¿Por qué debemos ser pacientes y lentos para hablar?
Ahora bien, tengamos la precaución de ser lentos para hablar. No interrumpamos a la persona para darle consejos o corregirla. Y seamos pacientes. Cuando Elías por fin se desahogó con Jehová, expresó su angustia con mucha franqueza. Y, después que Jehová le fortaleció la fe, Elías volvió a decirle exactamente lo mismo (1 Rey. 19:9, 10, 13, 14). De esto aprendemos que algunas personas con dolor emocional necesitan contar lo que sienten más de una vez. En esos casos, debemos escucharlas con paciencia, igual que Jehová. No tratemos de ofrecer soluciones, sino mostremos compasión y cariño (1 Ped. 3:8).
¿Qué clase de oraciones pueden consolar a los que sufren, y por qué?
Oremos desde el corazón con los que sufren. La persona deprimida tal vez sea incapaz de orar. Puede que no se sienta digna de dirigirse a Jehová. Si deseamos ayudarla, oremos con ella utilizando su nombre. Digámosle a Jehová lo mucho que la queremos, tanto nosotros como la congregación. Y roguémosle que calme el dolor de su valiosa ovejita. Este tipo de oraciones pueden ser una fuente de mucho consuelo (Sant. 5:16).
¿Qué nos ayudará a prepararnos para consolar a otra persona?
Escojamos palabras que sanen y consuelen. Pensemos antes de hablar. Las palabras irreflexivas hieren, pero las amables curan las heridas (Prov. 12:18). Así pues, pidámosle a Jehová que nos ayude a encontrar palabras cariñosas que tranquilicen y sanen a quien se siente herido. Recordemos que las palabras con mayor poder son las que se encuentran en la Biblia, pues provienen de Jehová (Heb. 4:12).
A causa de las malas experiencias sufridas, ¿de qué pueden estar convencidas algunas víctimas, y qué deseamos recordarles?
A causa de los abusos sufridos en el pasado, algunos tal vez estén convencidos de que son indignos y sucios, y de que nadie los quiere. Es más, tal vez crean que no merecen el cariño de nadie. Esta es una mentira espantosa. Por tanto, utilicemos la Biblia para recordarles que son muy valiosos para Jehová (vea el recuadro “Textos bíblicos que consuelan”). Recordemos que, cuando el profeta Daniel se sintió sin fuerzas y deprimido, Dios envió a un ángel para fortalecerlo porque deseaba que supiera que era valioso y querido (Dan. 10:2, 11, 19). Del mismo modo, Jehová considera valiosos a nuestros hermanos afligidos.
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