TEXTO DIARIO, De hoy Jueves 14 de noviembre 2024, El amor todo lo cree (1 Cor. 13:7).

Examinemos las Escrituras todos los días 2024
Jueves 14 de noviembre 2024
El amor todo lo cree (1 Cor. 13:7).
Esta afirmación no quiere decir que Jehová nos pida que confiemos en los demás a ciegas. Más bien, espera que confiemos en ellos porque han demostrado que merecen esa confianza. La confianza no surge de la noche a la mañana. ¿Qué puede hacer para que su confianza en los demás crezca? Conózcalos bien. Converse con ellos en las reuniones. Pasen tiempo juntos en la predicación. Téngales paciencia y deles la oportunidad de demostrar que son confiables. Si no conoce bien a alguien, quizás usted al principio no hable mucho de cosas personales. Pero, a medida que vaya conociendo mejor a esa persona, puede que se sienta más a gusto y hable de cómo se siente (Luc. 16:10). Ahora bien, ¿qué puede hacer si un hermano traiciona su confianza? En vez de darlo enseguida por perdido, deje que pase el tiempo. Y no permita que lo que hagan unos pocos le impida confiar en todos los demás. w22.09 4 párrs. 7, 8.
APRENDAMOS DE LOS QUE NO PERDIERON SU CONFIANZA EN LOS DEMÁS
¿Qué hizo Ana a pesar de los pecados de quienes representaban a Jehová? y ¿Qué aprende usted del ejemplo de Ana? (Vea el dibujo).
¿Le ha decepcionado lo que hizo algún hermano con responsabilidades? Si es así, el ejemplo de Ana puede ayudarlo. En sus días, la máxima autoridad espiritual de Israel era el sumo sacerdote Elí. Pero su familia dejaba mucho que desear. Sus hijos, que eran sacerdotes, tenían relaciones sexuales inmorales, pero él hacía muy poco por corregir su conducta descarada. Con todo, Jehová no le quitó el puesto a Elí de inmediato. ¿Qué hizo Ana? Aunque Elí seguía siendo el sumo sacerdote, ella no dejó de ir a adorar a Jehová en el tabernáculo. Cuando estaba orando muy angustiada, Elí se precipitó y llegó a la conclusión de que estaba borracha, y hasta le habló con dureza (1 Sam. 1:12-16). Ana le había prometido a Jehová que si tenía un hijo lo llevaría a servir en el tabernáculo. Estuvo dispuesta a cumplir su voto aunque el niño estaría a cargo de Elí (1 Sam. 1:11). ¿Era necesario corregir la situación de los hijos de Elí? Claro que sí, y Jehová lo hizo a su debido tiempo (1 Sam. 4:17). Mientras tanto, recompensó a Ana con un hijo, Samuel (1 Sam. 1:17-20).
¿Cómo demostró David que no se volvió desconfiado pese a las traiciones que sufrió?
¿Ha sufrido usted la traición de un amigo? En ese caso, piense en el ejemplo del rey David. Cuando su hijo Absalón intentó quitarle el reino, Ahitofel, que era amigo de David, apoyó la rebelión. Qué golpe debió ser para David perder el apoyo de su hijo y de alguien a quien él consideraba un amigo. Pero esta traición no convirtió a David en un hombre desconfiado. Él siguió confiando en Husái, un amigo leal que no se unió a los rebeldes. Y no se equivocó al confiar en Husái, pues este amigo fiel hasta arriesgó la vida para ayudarlo (2 Sam. 17:1-16).
¿Cómo demostró un siervo de Nabal que confiaba en los demás?
Piense también en el ejemplo de uno de los siervos de Nabal, un israelita muy rico. David y sus hombres fueron muy buenos con los siervos de Nabal y los protegieron. Algún tiempo después, David le pidió comida para sus hombres, lo que pudiera darles. Como Nabal se negó, David se enfureció tanto que dijo que mataría a todos los hombres de su casa. Uno de los siervos le contó lo sucedido a Abigaíl, la esposa de Nabal. Sabía que su vida dependía de lo que ella hiciera. Y no salió huyendo. Más bien, confió en que Abigaíl arreglaría la situación porque tenía la fama de ser una mujer sensata. Y su confianza tuvo buenos resultados. Abigaíl se armó de valentía y convenció a David de que no siguiera adelante con su plan (1 Sam. 25:2-35). Y ella, a su vez, confió en que David sería razonable.
¿Cómo demostró Jesús que confiaba en sus discípulos a pesar de sus fallos?
Jesús confió en sus discípulos a pesar de sus fallos (Juan 15:15, 16). Cuando Santiago y Juan le pidieron un puesto de honor en el Reino, Jesús no cuestionó por qué servían a Jehová ni les dijo que ya no serían sus apóstoles (Mar. 10:35-40). Y, en la noche que fue arrestado, todos sus discípulos lo abandonaron (Mat. 26:56). Pero Jesús nunca perdió la fe en ellos. Aunque conocía sus defectos, “los amó hasta el final” (Juan 13:1). Y, después de resucitar, hasta les encargó a sus 11 apóstoles fieles la gran responsabilidad de dirigir la obra de hacer discípulos y de atender a sus valiosas ovejas (Mat. 28:19, 20; Juan 21:15-17). Y no se equivocó al confiar en estos hombres imperfectos. Todos fueron fieles hasta el final de su vida en la Tierra. Como vimos, Ana, David, el siervo de Nabal, Abigaíl y Jesús confiaron en seres humanos imperfectos. Su buen ejemplo nos anima a hacer lo mismo.
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