TEXTO DIARIO, De hoy Lunes 27 de septiembre del 2021
Examinemos las Escrituras todos los días 2021
Lunes 27 de septiembre del 2021
Me alegró y me consoló mucho enterarme de tu amor (Filem. 7).
El apóstol Pablo era humilde, así que buscaba el consuelo de sus amigos. No le preocupaba que otros lo consideraran débil por reconocer que sus hermanos lo habían animado en momentos de angustia (Col. 4:7-11). Si reconocemos con humildad que necesitamos ánimo, los hermanos estarán encantados de dárnoslo. Pablo sabía que las Santas Escrituras le darían consuelo (Rom. 15:4). Además, también podían darle sabiduría para afrontar cualquier prueba (2 Tim. 3:15, 16). La segunda vez que estuvo preso en Roma, se dio cuenta de que no iba a tardar en morir. Le pidió a Timoteo que fuera a verlo pronto y le llevara “los rollos” (2 Tim. 4:6, 7, 9, 13). ¿Por qué? Porque aquellos rollos probablemente contenían partes de las Escrituras Hebreas, así que podría usarlos para su estudio personal. Si nosotros, al igual que Pablo, estudiamos con regularidad la Biblia, Jehová la usará para tranquilizarnos, sin importar qué dificultades suframos. w20.02 23 párrs. 14, 15
¿Cómo se sintió David cuando cometió un pecado grave?
A David lo atormentaba una conciencia culpable, y con razón. Había cometido adulterio con Bat-Seba, había planeado la muerte de su esposo y durante un tiempo intentó ocultar esos pecados (2 Sam. 12:9). Al principio, quiso acallar su conciencia, y como consecuencia sufrió no solo en sentido espiritual, sino también mental y físico (Sal. 32:3, 4). ¿Qué hizo para aliviar el sufrimiento que él mismo se había causado? ¿Y qué puede ayudarnos a nosotros si cometemos un pecado grave?
¿Cómo revelan las palabras de Salmo 51:1-4 que David estaba arrepentido de corazón?
Pidamos a Jehová que nos perdone. Por fin, David oró a Jehová y, arrepentido de corazón, le confesó sus pecados (lea Salmo 51:1-4). Aquello lo hizo sentirse mucho mejor (Sal. 32:1, 2, 4, 5). Si cometemos un pecado grave, no tratemos de ocultarlo. Dirijámonos a Jehová y contémosle lo que hemos hecho. Entonces, empezaremos a sentir que se nos quita algo de la carga de una conciencia culpable. Pero, si deseamos recuperar nuestra amistad con Jehová, debemos hacer algo más.
¿Cómo reaccionó David cuando lo disciplinó Jehová?
Aceptemos la disciplina. Cuando Jehová envió al profeta Natán para poner al descubierto el pecado de David, este no trató de justificarse ni de quitarle importancia. Reconoció de inmediato que había pecado no solo contra el marido de Bat-Seba, sino sobre todo contra Dios. Aceptó la disciplina de Jehová, y este lo perdonó (2 Sam. 12:10-14). Si hemos cometido un pecado grave, tenemos que hablar con aquellos a los que Dios ha nombrado para pastorearnos (Sant. 5:14, 15). Y debemos rechazar el impulso de justificarnos. Cuanto más rápido aceptemos la corrección y hagamos los cambios necesarios, más rápido recuperaremos la paz y la felicidad.
¿Qué debemos decidirnos a hacer?
Decidámonos a no repetir los mismos errores. El rey David sabía que necesitaba la ayuda de Jehová para no volver a caer en los mismos pecados (Sal. 51:7, 10, 12). Cuando Jehová lo perdonó, se resolvió a evitar los malos pensamientos. Como resultado, recuperó la paz interior.
¿Cómo demostramos que agradecemos el perdón de Jehová?
Demostramos que agradecemos el perdón de Jehová cuando se lo pedimos en oración, aceptamos la disciplina y nos esforzamos por no repetir los errores. Cuando hacemos esto, recuperamos la paz interior. Eso es lo que le sucedió a James, un hermano que cometió un pecado grave. Dice: “Una vez que les confesé mi pecado a los ancianos, fue como si me quitaran un gran peso de encima. Comencé a sentir que recuperaba la paz”. Cómo nos anima saber que “Jehová está cerca de los que tienen el corazón destrozado” y “salva a los que están hundidos en el desánimo” (Sal. 34:18).
¿Cómo podemos dejar que Jehová nos tranquilice?
Al acercarse el fin de los últimos días, es probable que aumenten los motivos de inquietud. Cuando nos invadan las preocupaciones, no tardemos en buscar la ayuda de Jehová. Estudiemos la Biblia con diligencia. Aprendamos de los ejemplos de Ana, Pablo y David. Pidámosle a Jehová que nos ayude a saber qué nos causa preocupación (Sal. 139:23). Dejemos que nos lleve las cargas, en especial aquellas sobre las que tenemos poco o ningún control. Si lo hacemos, nos sentiremos como el salmista que le cantó a Jehová: “Cuando las preocupaciones me abrumaban, tú me consolabas y me tranquilizabas” (Sal. 94:19).
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