Examinando las Escrituras diariamente 2020
Viernes 23 de octubre de 2020
Hagan todas las cosas para la gloria de Dios (1 Cor. 10:31).
Durante su ministerio, Jesús les enseñó a sus discípulos verdades fundamentales para ayudarlos a ver las consecuencias de determinadas acciones y actitudes. Por ejemplo, les dijo que el rencor conduce a la violencia y que los malos pensamientos llevan al adulterio (Mat. 5:21, 22, 27, 28). Si nos dejamos guiar por los principios divinos, estaremos educando bien nuestra conciencia y tomaremos decisiones que honrarán a Dios. ¿Se supone que todos tomemos siempre las mismas decisiones? No. Puede que dos cristianos con conciencias educadas por la Biblia tomen decisiones contrarias en algunos asuntos. Pongamos como ejemplo el consumo de bebidas alcohólicas. La Biblia prohíbe la borrachera y beber en exceso, pero no el consumo moderado de alcohol (Prov. 20:1; 1 Tim. 3:8). Ahora bien, a la hora de decidir si beberemos o no, ¿es la moderación el único factor que debemos tomar en cuenta? No, en absoluto. Además de estar en paz con nuestra conciencia, debemos tener en cuenta lo que les dice a otros hermanos su conciencia. w18.06 18 párrs. 10, 11
¿Qué efecto debe tener en nosotros lo que dice Romanos 14:21?
Pablo enseñó que los cristianos debemos tener presente la conciencia de los demás. Dijo: “Es bueno no comer carne, ni beber vino, ni hacer cosa alguna por la cual tu hermano tropiece” (Rom. 14:21). Si un hermano no bebe por motivos de conciencia, ¿verdad que renunciaríamos de buena gana a nuestro derecho a beber alcohol para no hacerlo tropezar? Claro que sí. Hay hermanos que bebían demasiado antes de ser Testigos, pero ahora están resueltos a no tomar nada de alcohol. Es obvio que no deseamos contribuir a que recaigan y sufran graves consecuencias (1 Cor. 6:9, 10). Por lo tanto, si le ofrecemos una copa a un hermano y la rechaza, no le mostraríamos amor si insistiéramos en que bebiera.
¿Qué hizo Timoteo para ayudar a otras personas a aceptar las buenas nuevas?
Veamos el ejemplo de Timoteo. Cuando tenía unos 20 años, estuvo dispuesto a circuncidarse, que era una operación dolorosa, para no hacer tropezar a los judíos a los que iba a predicar. Así imitó la actitud del apóstol Pablo (Hech. 16:3; 1 Cor. 9:19-23). ¿Y nosotros? ¿Estamos también dispuestos a sacrificarnos por el bien de los demás?
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