Examinando las Escrituras diariamente 2020
Domingo 12 de julio del 2020
Transfórmense rehaciendo su mente (Rom. 12:2).
La mente es flexible y puede seguir cambiando. Los cambios dependerán en buena medida de lo que dejemos que entre y permanezca en ella. Si centramos nuestros pensamientos en lo que Dios desea, comprobaremos que su forma de ver las cosas es la correcta. El resultado será que sentiremos el deseo natural de pensar como él. Fijémonos en que para rehacer la mente tenemos que dejar de permitir que el mundo la moldee. En otras palabras, debemos cerrarla a las ideas y opiniones opuestas a las de Dios. Este primer paso es muy importante. Para entender por qué, pongamos un ejemplo. Supongamos que una persona que quiere mejorar su salud empieza a tomar alimentos saludables. ¿De qué le servirá si sigue comiendo de manera regular alimentos contaminados? Del mismo modo, alimentar la mente con lo que Dios piensa no nos servirá de mucho si seguimos contaminándola con las ideas del mundo. w18.11 21 párrs. 14, 15
¿De qué debemos protegernos?
Es imposible evitar todo contacto con las ideas del mundo porque no podemos salirnos de él (1 Cor. 5:9, 10). La misma predicación nos expone a escuchar creencias falsas. Ahora bien, cuando no podamos evitar exponernos a las ideas del mundo, lo que sí podremos hacer es dejar de recrearnos en ellas y despedirlas de la mente. Igual que Jesús, debemos rechazar de inmediato los pensamientos que Satanás quiere que tengamos. Es más, podemos protegernos del contacto innecesario con el modo de pensar del mundo. Veamos cómo (lea Proverbios 4:23).
¿Qué podemos hacer para evitar el contacto innecesario con el modo de pensar del mundo?
Por ejemplo, debemos tener cuidado al elegir a nuestros amigos. La Biblia nos advierte que, si nos juntamos con quienes no sirven a Jehová, acabaremos pensando como ellos (Prov. 13:20; 1 Cor. 15:12, 32, 33). También debemos escoger bien el entretenimiento. Al rechazar el que fomenta la evolución, la violencia o la inmoralidad, evitamos envenenar la mente con ideas que están en contra del “conocimiento de Dios” (2 Cor. 10:5).