Jueves 23 de julio del 2020
Haznos un dios que vaya delante de nosotros, porque ciertamente no sabemos qué le habrá pasado a Moisés (Éx. 32:1).
Los israelitas no tardaron en adorar a un becerro de oro. Sabían que esto era una clara desobediencia a Dios, pero de alguna manera se engañaron y pensaron que seguían estando de parte de Jehová. Aarón incluso dijo que aquella era una “fiesta a Jehová”. Pero Dios se sintió traicionado. Le dijo a Moisés que los israelitas se habían corrompido y se habían desviado del camino que les había mandado seguir. La cólera de Jehová se encendió contra ellos, y hasta pensó en acabar con aquella nación recién formada (Éx. 32:5-10). Sin embargo, como Jehová es misericordioso, decidió no exterminar a los israelitas (Éx. 32:14). Aunque fue Aarón quien hizo el ídolo, luego se arrepintió y se unió a los demás levitas que se habían puesto del lado de Dios. Miles de israelitas murieron por adorar a un dios falso, pero los que se pusieron de parte de Jehová recibieron la promesa de ser bendecidos (Éx. 32:26-29). w18.07 20 párrs. 13-16
¿Qué podría hacer que nos alejáramos de Jehová, y con qué consecuencias?
Como hemos visto, los israelitas se impacientaron cuando Moisés tardó en volver del monte Sinaí. De modo parecido, los cristianos podríamos impacientarnos porque nos parece que el día de juicio de Jehová y el nuevo mundo se retrasan. Quizá nos parezca que aún queda mucho para que se cumplan estas promesas o que son demasiado buenas para ser verdad. Si no tenemos cuidado, esa manera de pensar puede llevarnos a poner las metas carnales por delante de la voluntad de Jehová. Con el tiempo, podríamos apartarnos de Dios y hacer cosas que nunca nos imaginamos que llegaríamos a hacer.
¿Qué verdad fundamental no debemos olvidar nunca, y por qué?
Nunca debemos olvidar que Jehová nos exige obediencia completa y devoción exclusiva (Éx. 20:5). Si no hacemos la voluntad de Dios, en realidad hacemos la voluntad de Satanás, y eso solo nos llevará al desastre. Por ello, Pablo nos recuerda: “No pueden estar bebiendo la copa de Jehová y la copa de demonios; no pueden estar participando de ‘la mesa de Jehová’ y de la mesa de demonios” (1 Cor. 10:21).
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